La importancia de escuchar, y el placer culpable del «ya te decía yo …»
Enviado a los suscriptores del newsletter público el 17/06/2020.
En algún momento del día de ayer, con todo el lío del visado de última hora, me vino a la cabeza una anécdota que me ocurrió cuando era delegado del ICOIIG en Santiago de Compostela.
Andaba yo a mis cosas cuando me llamó la administrativa de la delegación para comentarme que un colegiado había solicitado un visado urgente. Acordamos que ella adelantaría los trámites administrativos del visado, y que yo pasaría a revisar el proyecto y visar a última hora de la mañana.
Cuando llegué al colegio me encontré allí al colegiado. Era joven, unos 28 años, más o menos cinco menos que yo por aquella época. Iba muy bien vestido, y estaba algo nervioso; me explicó que necesitaba el proyecto con mucha urgencia porque finalizaba el plazo para una ayuda pública y que su cliente se jugaba mucho dinero.
No se explicó con humildad, lo hizo en tono altivo y con cierta exigencia.
Recuerdo que empecé a revisar el proyecto con el colegiado de pie al otro lado de mi mesa. Era una instalación térmica grande en Castilla-León, el documento era correcto desde el punto de vista formal, típico proyecto de legalización que no serviría para ejecutar la obra.
Llegué a los planos, levanté la cabeza y le dije «esto te lo va a rechazar industria». El me miró impasible y me preguntó por qué. Los planos eran todos hojas A4, folios de los de toda la vida. Las plantas eran miniaturas, el plano de situación un borrón, y el esquema de principio un Sudoku. No se veía nada.
Se lo tomó fatal. El joven, sin bajarse del caballo, me explicó, como si yo fuese tonto, que el propósito del proyecto era la inscripción de la instalación en el registro de instalaciones térmicas de la comunidad autónoma. Remató la faena diciendo que los visadores no pueden entrar en el fondo de la documentación, solo en su corrección formal. Le faltó darme un «gallifante».
Le di la razón en lo de que el colegio no puede entrar al fondo de la documentación (¿sabías eso?) pero le recomendé que rehiciese los planos. Le recordé que el RITE antiguo exigía escala 1/50 ó 1/100. Nada.
El colegiado replicó que el RITE actual no hablaba de la escala y que no tenía ninguna obligación de imprimir los planos más grandes, yo visé y él se fue a casa galopando.
Pasaron las semanas, y nueva llamada de la delegación, otro visado urgente. Cuando llego, ¡oh! sorpresa, el mismo colegiado, el mismo talante. Industria había paralizado el expediente, requiriendo planos legibles. Los plazos empezaban a apretar.
Nos dejó el anexo en papel, avisando de que vendría a recogerlo luego, que tenía que presentarlo al día siguiente. No le dije «te lo avisé» porque de su talante quedaba muy claro que no iba a servir de nada. Pero el destino le deparaba otra sorpresa.
Cuando ya se había marchado detectamos que en los nuevos planos había un cajetín con el pie de firma de otro socio del estudio sin firma impresa o manuscrita, motivo para denegar el visado.
La administrativa llamó, el colegiado consternado nos comenta que el socio está fuera y que no puede firmar, que firma él. Le explica que si firma él tiene que cambiar el pié de firma, imprimiendo de nuevo los planos, que la delegación no abre por la tarde y que yo al día siguiente no estoy, y que en verano es difícil localizar a los otros visadores. Drama, tartamudeos, el caballo que se desmaya, el globo se deshincha … He de reconocer que sentí un poco de placer culpable, vamos que si tengo un gato lo hubiese acariciado con regodeo.
Le ofrecimos una salida honrosa, quedé con él para que acercase los planos por la tarde, yo los dejaba revisados, firmados y sellados, y si todo era conforme, a primera hora de la mañana, con la delegación abierta, se finalizaba el trámite y podía retirar la documentación.
Apareció por la delegación con los planos impresos y firmados con cara de funeral. No recuerdo si hablamos mucho o poco, ni si le dije que yo lo había avisado. No me hizo falta, supongo que aprendió y si no lo hizo, problema de él.
Reflexionando sobre la historia, e hilándola con la de ayer, extraigo varios aprendizajes valiosos:
- Escucha siempre, con espíritu crítico. Trata de obtener aprendizajes útiles.
- Muestra agradecimiento, habla con educación. Aunque no estés de acuerdo.
- Participa en la vida colegial, colabora, suma, forma parte del colectivo.
- Colabora con compañeros y compañeras, ayuda.
- Deja el caballo en la puerta …
Recuerda que el ejercicio de profesiones como la nuestra no hay porque estar solo. Recuerda que te esperamos en el grupo de Telegram.
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