Una leyenda urbana y los riesgos de la sobreoptimización
Enviado a los suscriptores del newsletter público el 25/06/2020.
Hoy te voy a contar una historia que podría ser verídica, una dramatización o una leyenda urbana; en cualquier caso sirve para ilustrar el tema que me interesa tocar.
No recuerdo ni quién me contó la historia, ni cuándo. Lo que sé es que me ha acompañado buena parte de mi carrera, y que se la he contado infinidad de veces a mis alumnos.
Habla de un fabricante americano que dominaba el mercado del aire acondicionado desde sus inicios.
En el momento en el que los equipos partidos se hicieron asequibles, este fabricante mantuvo rígidas restricciones a la distancia entre la unidad exterior y la unidad interior, argumentando que una longitud de tubería excesiva volvía el compresor ineficiente, haciendo que, en casos extremos, el equipo no sirviese a su propósito.
El fabricante dedicaba tiempo y recursos a desarrollar compresores mejores para salvar este hándicap. Mientras, sus competidores del sureste asiático, con una cuota de mercado mucho menor, intentaron una aproximación al problema más arriesgada.
Los asiáticos incorporaron a sus equipos compresores con más desplazamiento y motores más grandes, lo que suponía penalizar el consumo de la máquina, pero permitía instalar la unidad exterior mucho más lejos de la interior, lo que en la práctica permitía resolver situaciones que el fabricante americano no podía.
En aquella época la preocupación por el medio ambiente era menor y los fabricantes asiáticos coparon el mercado porque sus equipos eran menos eficientes pero más versátiles, y resolvían mejor un problema concreto del cliente.
Los americanos, con sus limitaciones auto impuestas y la motivación de hacer el producto más óptimo posible, abandonaron ese segmento de mercado durante muchos años.
Esta historia, posiblemente apócrifa, ilustra muy bien los riesgos de la sobre optimización. Un proyecto bueno es suficiente a veces, si resuelve la necesidad concreta de nuestro cliente, y le genera el valor que él espera.
Mejorar los productos porque sí, antes de probarlos puede suponer un riesgo mayor que construir un producto mínimo viable y validar la idea. Es raro meter un gol sin tirar a puerta.
En los próximos días te hablaré más de un producto mínimo viable que estoy preparando, y pediré unos cuantos voluntarios/as para que me den su parecer sobre el mismo.
Si quieres saber más sobre el concepto de producto mínimo viable, te recomiendo el libro de Eric Ries titulado El método Lean StartUp, que popularizó este término (que curiosamente no acuñó el autor). Es uno de esos libros que hay que leer sí o sí.
¡Abrazos virtuales!
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